viernes, julio 22, 2005

Especial: La alteridad molecular. La ética swinger y el anarquismo, por Guillermo Vázquez

Un hombre libre nunca obra dolosamente, sino siempre de buena fe.
SPINOZA, Parte 4°, Prop. LXXII

TESIS I: ¿Anarquismo no es liberalismo. El swingerismo, práctica habitual en los albores neoliberales, es un ethos simbólico que trasciende los cuerpos individuales y las clases sociales de quienes lo realizan?
1. La sexualidad (sus formas, sus instituciones) marca los cuerpos —no es necesario abundar con citas de Foucault. Es una biopolítica, y su silencio, su recato, su tabú, su privacidad, su sacralidad, no hacen sino encubrir dominios arbitrarios, construcciones bajo un orden histórico y una racionalidad universal amparada en ficciones encarnizadas, neutralizaciones de poderes patriarcales, supuestos devenidos de un "derecho natural" (de un deber ser a priori). La limitación absoluta de trascender las fronteras de la conciencia de lo "normal" y "lo debido".
No es ridículo considerar al swingerismo como una experiencia —y también un ethos, una forma de vida, una actitud ante el mundo— burguesa, propia de empresarios, de gerentes millonarios y políticos frecuentadores de playas nudistas. Algo exclusivo, propio del "primer mundo" (¿pero es que todavía pensamos en esos términos?). Una forma de anarquismo como privilegio de lo privado sobre lo público, un placer oligárquico. Y es bien curioso, como algunos señalan, que el fin del Estado —viejo deseo socialista y anarquista— es hoy la utopía del capital financiero posindustrial. El fin del Estado en estos términos, no es de ninguna manera ni el todo ni la sustancia última de la utopía anarquista. Una cosa es la abolición absoluta de todo medio de coerción (el Estado, como principal adversario), y otra es bregar por la menor intervención del Estado en asuntos económicos. El liberal (o neoliberal, como suele denominarse ahora) cree en el poder policía —es lo que hace posible la subsistencia, el aseguramiento, la garantía última de su propiedad privada. El liberalismo tiene como riesgo último el libertinaje, el sadismo. Pero la pasión swingerista es más libertaria que libertina. Un forma contemporánea de anarquismo "liberada" de las cadenas familiares que ataban el movimiento en sus inicios.

TESIS II: ¿La fidelidad es la esclavización primera que constituye al matrimonio: su trasgresión se supone dolorosa. El masoquismo goza con el dolor, y por ello mismo se esclaviza. El masoquismo goza con esa realidad, el swingerismo goza con el simbolismo burlado de la esclavitud?
2. El swinger ubica su condición de goce en el mismo plano en que lo hace el masoquista: el sufrimiento sobre sí que busca otro para su realización. Ocurre que existen marcadas diferencias entre la transgresión swinger y la agresión masoquista. El intercambio de parejas es un desdoblamiento del masoquismo. La cabeza del swinger está tanto en su cama como en la cama de su pareja y la pareja de quien lo acompaña en su aventura. Por lo tanto, la "perversión" necesita desdoblarse, salir de su cuerpo y el de su acompañante; es un masoquismo al cuadrado. Y por ello lo enunciamos como una alteridad molecular: dos moléculas, dos pares de átomos, una dualidad en los otros que se constituyen molecularmente. La razón política del masoquismo es la servidumbre extrema, gozosa, a favor del soberano. La razón política del swingerismo, si ha de tenerla, radica en la negación de la servidumbre, en una forma libertaria en su máxima expresión.
La fraternidad swinger burla la propiedad privada (la primera propiedad privada, del patriarcado), la fetichiza autoconcientemente. Dice: "Entiendo que existe una propiedad privada, pero yo gozo burlándola, mi deseo es verla trunca, a mi propia propiedad, verla en otro, concordando fraternalmente con ese otro". No hay abolición ni presunción racional de inexistencia de la propiedad privada (como puede existir en el anarquismo) en el swingerismo. Su diferencia está en el goce de lo simbólico, de los valores formales que afirma, pero no hay indicios negadores en términos universalistas en la experiencia swinger, se mantiene en un formalismo privado, un goce con "propiedades privadas" (negadas) moleculares, pero no más allá de la molécula; el goce simbólico de la pareja nunca llega a ser realpolitik (y por ello no es anarquista en su totalidad): es ética y no política la sustancia de la experiencia swinger.
Lo que diferencia a la "pareja", a la vida conyugal, y la constituye como institución, es solamente la fidelidad: no es la fidelidad una condición sine qua non, sino la única condición que la diferencia de otras formas de relaciones. La fidelidad no es otra cosa que una propiedad privada molecular: dueño de algo, y esclavo de esa misma cosa; de allí proviene la lógica hegeliana de la unidad primera de la familia, del primer momento dialéctico que funde las subjetividades, y que luego constituirán la sociedad civil, para terminar en el Estado como expresión absoluta de las individualidades negadas. Esta lógica primera hegeliana intentará conducirnos al ethos swingerista como albergador del espíritu anarquista. La relación sujeto-sujeto en la institución matrimonial, no es más que una fenomenología de la fidelidad como esclavitud, como cadena primera al individuo libre, como punto inicial en el desarrollo para la constitución del Estado (culminación final de la servidumbre). El swingerismo busca hacer de la vida conyugal una unión de voluntades libres, donde la fidelidad no esclavice ni sea excusa para constituir el Estado. Y allí está su esencia anárquica.

TESIS III: ¿La fraternidad entre las parejas swingers, es lo que hace posible la autogestión de sus relaciones, sin que se rebase la realidad molecular (la pareja), pero gozando simbólicamente en la negación de la fidelidad esclavizadora del matrimonio como institución?
3. El matrimonio actual no es un contrato (una autorregulación de derechos privada, autoconciente y libre de supuestos externos, de acciones externas), sino una institución —una forma de clausura de sentido, apoyándonos en Castoriadis, de cierre sobre el círculo estatal— con ciertos acentos contractualistas, heredados de la soberanía hobbesiana (la garantía para asegurar la vida en Hobbes, la garantía a la fidelidad en el matrimonio). Ocurre que en el contractualismo hobbesiano, hay una supuesta conveniencia para los hombres: aseguran su físico, quedan garantizados ante una guerra civil. Pero en el matrimonio no hay garantías sino para el Estado: es una forma de hacer, de construir al sujeto con otro, en sociedad. Esa sacra institución (que no es más, volvemos, que una versión togada de la fidelidad como señorío conjunto) permite un poder superior, que subalternice toda posibilidad de privatismo en las relaciones. El problema se presenta con una cuestión esencial al anarquismo (acaso su gran problema) y que es: ¿cómo garantizar las relaciones humanas (rol que "el soberano" venía a cumplir con el filo de su espada)? Planteado así el problema para el anarquismo. Y dentro del swingerismo, la pregunta (reelaborada, pero estática de todas maneras) sería: ¿cómo garantizar el mero juego, el intercambio que niega simbólicamente la propiedad privada, sin que mi pareja me niegue absolutamente, y extingamos para siempre nuestra relación, en pro del inicio de una nueva relación con el otro sujeto activo de la otra pareja? Tal vez allí está lo extraño del masoquismo (y del swingerismo), como desencajado del contractualismo hobbesiano: se niega la antropología negativa que se traslada desde Pablo de Tarso y Agustín de Hipona, hasta Maquiavelo y Hobbes: la fraternidad swingerista-anarquista hace posible el individuo libre que no rebase sobre el resto, que no se transforme en sádico. Es el paso desde una antropología negativa hacia una antropología de la fraternidad, el motivo que permite la libre fetichización de la propiedad privada, el goce en lo simbólico, y la destrucción —también simbólica— de la comunidad.
Si la modernidad piensa como género desde la tragedia, la ética del swingerismo sienta sus bases sobre la farsa y el grotesco. Aunque la tragedia sea una negación de la dialéctica, el conflicto sin fin (el caos que no puede sintetizar dos razones opuestas sino con la eliminación) es lo que entabla el discurso de la soberanía, lo que hace necesaria la soberanía.

TESIS IV: ¿Es factible hacer una lectura materialista de la fidelidad conyugal, donde la fraternidad swinger sólo puede darse con la igualdad formal de los sujetos y además sin distinción entre géneros?
4. Deleuze: "En la sociedad patriarcal, la mujer es considerada como el objeto de una relación contractual. En el masoquismo, en cambio, el contrato se hace con la mujer, e implica en su intención paradojal, hacer de una de las partes el esclavo y de la otra (la mujer) el amo y el verdugo". El paso del contrato a la institución, ha sido posible con la igualación (al menos formal) de los cónyuges, de sus derechos y sus voluntades. Así como Marx sólo veía posible el socialismo a partir de la igualdad formal de los hombres que traía el liberalismo (y no mientras la esclavitud, por ejemplo, o el feudalismo), nosotros afirmamos que el swingerismo sólo es posible con la institución matrimonial sin distinción entre géneros —las uniones civiles entre homosexuales— y con una igualdad de derechos entre ambos cónyuges —donde el hombre no tenga más que la mujer—, porque únicamente en ese caso encontramos la posibilidad de una alteridad molecular (y no un mero intercambio entre dos señores, entre dos soberanos, de sus respectivas propiedades).
El swingerismo niega la propiedad de la mujer del patriarcado, siendo fiel a su tiempo de apogeo, y no puede constituirse en tal si no hay mutuo acuerdo. No obstante, es necesario diferenciar bien la experiencia swinger de la orgía, por ejemplo. Y la diferencia puede buscarse de la misma manera en que el comunismo y el anarquismo se rivalizan. El swingerismo no es un comunismo de mujeres al estilo de la República, donde Platón admite una comunidad de mujeres, la publicidad de mujeres. Allí no sólo sigue existiendo patriarcado, sino que el problema es similar al de la Primera Internacional. Ocurre que para el anarquismo, "la comunidad rechaza la independencia", la comunidad es "opresión y servidumbre". Niega, en el fondo, la autonomía absoluta del sujeto.

Para el marxismo, el patriarcado, origen de la familia, no es más que la esclavitud primigenia, una forma paradójica de la propiedad. Además, yendo más lejos de la descripción de un mero ethos individualista, tanto el anarquismo como el marxismo proponen una nueva forma de relación entre los hombres; si el swingerismo está cerca del masoquismo y del anarquismo, precisamente es por esto que no podemos solamente mencionar una experiencia de estas características como única, atípica —expresa Deleuze (a propósito del masoquismo): "una formación delirante no es familiar ni privada, es histórico-mundial". Por ello sería necesario un rastreo histórico de la ética swinger, su relación con la propiedad privada, con la esclavitud, y con formas de la fidelidad diversas a las actuales. Podríamos observar prácticas similares en tribus y experiencias con diversos campos culturales. Un rastreo a lo Levi-Strauss, a lo Pierre Clastres nos pueden llevar a esto. El "juego" swinger —relaciones de poder, inversión de roles, inversión de valores— tiene una substancia universal más allá de su práctica individual.