viernes, julio 22, 2005

De la izquierda y derecha y viceversa, por Carlos Martínez

A pesar de lo cambiante y dispar de lo político en la historia de cada pueblo, podemos decir que se observan a menudo dos tendencias que delinean la voluntad y los ánimos de las distintas facciones que se relacionan con lo público: aquellos que prefieren mantener el status quo, el estado de cosas imperante, aceptando la realidad como se presenta en dicho momento determinado, o bien, quienes ven la realidad y no concuerdan en el cómo se muestra la misma, se niegan a consentirla, y luchan para que se transforme o cambie según el modelo que ellos proponen. Le debemos a la Revolución Francesa, entre otras cosas, la acepción de dicha diferenciación como es identificada la mayor de las veces en la actualidad: Izquierda y Derecha, o Izquierda vs. Derecha según la óptica o paradigma desde la cual se quiera observar este fenómeno. La separación en las bancadas de la Asamblea legislativa surgida en el seno de la Revolución burguesa es donde supo verificarse el fenómeno que colocaba a los jacobinos, quienes proponían ideas más revolucionarias se agruparan del lado izquierdo, y del lado derecho, en cambio, los girondinos, quienes propiciaban cambios paulatinos y graduales. El itinerario político francés de esa época fue muy cambiante, la aplicación de los derechos universales que la Asamblea declaró, muy dispar, pero el legado revolucionario significó un antes y un después en la historia humana, que aún hoy nos encuentra discutiendo cuestiones allí planteadas.
Y tanto es así que aún hoy hablar y discutir de conservadores y liberales, ortodoxos y heterodoxos, implica mencionar derecha e izquierda. Tanto en el lenguaje académico, periodístico y como así también en el lenguaje cotidiano se usa a diario esta contraposición o visión de las ideologías, también incluso de manera peyorativa, (los conocidos "zurditos" o también en la otra esquina los "fachos" o "gorilas"). Ahora bien, ¿Qué implica una u otra categorización? ¿Cuál es el sentido de predicar sobre ambas?
Trayendo a cuento ciertas nociones de epistemología, se afirma que la realidad es una en sí misma, se presenta nítida, pero como no somos capaces de apreciarla en su nitidez, la vemos "borrosa". No la entendemos en su totalidad, poseemos un conocimiento incierto de la misma. Cuando observamos la realidad desechamos algunos elementos o propiedades de la misma que consideramos accesorios y abstraemos lo que creemos esencial. Nos formamos así conceptos nítidos de lo abstraído. Con estos conceptos nítidos, construimos un modelo de realidad, sobre el que razonamos y obtenemos resultados, que son verdaderos para el modelo, pero no para la realidad. La percepción de la realidad por cada uno de los sujetos que la observa responde a esa subjetividad del observador.
Podemos encontrar mejores o peores modelos para la compresión de la realidad, pero lo que en definitiva debemos saber, es que dichos modelos no son la realidad, son simplemente… modelos.
Esta es la premisa de la que convendría partir a la hora de realizar cualquier tipo de análisis, con mayor razón en el campo de lo social, donde la controversia y la complejidad del objeto de estudio, dificulta aún más la tarea del analista u observador. Lotfi Zadeh lo enunció como principio: "alcanzado cierto límite de complejidad, las elevadas precisiones no son verdaderas".
De todas formas, con el afán de comprender los fenómenos políticos se ha pensado que sea quizá útil o didáctico, lograr clasificar las tendencias existentes para identificar principios rectores y acciones concretas que respondan por ellos, pero sería interesante plantearse qué intencionalidad hay detrás.
El ser humano es un ser complejo, tan amplio y vasto que encuadrarlo o encasillarlo en modelos ha resultado más de una vez limitado e inútil. Podemos desarrollar modelos, encontrar ejemplos para ello, satisfacer nuestras necesidades intelectuales, y cerrar nuestra idea de la realidad, pero este ejercicio nos supera constantemente.

SOBRE LA SUPUESTA NECESARIEDAD DE LA CLASIFICACIÓN
Cabría preguntarse si ¿puedo pensar al otro en cuanto a otro?, en su ser "otro"?, o al entrar en esta dinámica, ¿la única posibilidad de mirar al otro es desde una visión teñida por quien lo observa?, ¿será posible filtrar la imagen del otro nítida e inabarcable para mis sentidos en una asible a mi estructura? ¿Saldrá ilesa dicha imagen?, será la misma que se presentó en un primer momento?. Alguien dijo: "No olvides que en los asuntos humanos, también los otros pueden tener razón: ven la misma cuestión que tú, pero desde distinto punto de vista, con otra sombra, con otro contorno".
Izquierda, derecha, ciertamente existen ciertos requisitos para estar de un lado u otro en las ideologías, pero ¿a eso se circunscribe el actuar humano?, quien está de un lado u otro, actúa de tal o cual forma por pertenencia ideológica?, porque es así, actúa así, piensa en A, luego hace A, así ¿tan matemáticamente lógico como así suena?
Es inherente a la visión del otro, o sobre el otro, la etiquetación? ¿la reducción de su imagen en un rótulo? ¿Es necesaria la circunscripción a un ámbito inamovible de acción y desarrollo del otro? La historia ha dado grandes ejemplos, que podrían valorarse tanto de manera positiva como negativa, de "desvío ideológico", de actuación no conforme a la ideología previa, es que ésta es un coto del cual no se puede salir?
De ninguna manera, no es necesaria ni imprescindible la obligada categorización ideológica, el ser humano, las instituciones que él crea, exceden pretendidos encasillamientos.
SOBRE LA UTILIDAD O CONVENIENCIA DE LA CLASIFICACIÓN
Así y todo, resultaría quizá exagerado negarle utilidad a nuestras categorías en análisis "izquierda – derecha". Así como jacobinos y girondinos como otros grupos revolucionarios en aquellos años de la Revolución no coincidían en métodos o en fines, también hoy lo que define aún de manera difusa como la izquierda y la derecha tienen muchas veces planes de acción distintos, paradigmas socio-económicos diversos cuando no contrapuestos. Pero el marco de la categoría izquierda- derecha, excede una justa y adecuada explicación catedrática del porqué de las ideas o luchas de tal o cual facción y su identificación con una un otra posición extrema a la derecha o izquierda de lo que necesariamente debemos erigir como el centro. Es decir, que la mentada clasificación no siempre nos muestra o panea sobre determinada idea, método, proyecto o finalidad enmarcada en una referencia ideológica, sino que muchas veces, encubre o enmascara una visión del otro teñida asimismo por la ideología o visión de quien lo presenta. Se vuelve ya una mirada no tanto descriptiva del otro sino prescriptiva sobre el otro desde quien lo observa.
Para Noam Chomsky, "la primer forma de violencia, la primer forma de terrorismo, es no considerar al otro como un interlocutor válido", y es aquí donde izquierda y derecha resultan categorías cuyo uso resulta de alta conveniencia para quien predica sobre uno u otro. La ética consecuencialista del poder, que no escatima en medios en cuanto considera fines que presume válidos, usa y abusa de esta corta mirada sobre el otro, encasilla y encuadra en un esquema fijo preconcebido que delimita el marco de reflexión y acción del otro. Aquí es que se empieza a pensar y valorar el pensar y quehacer del otro en un simple enmarcamiento ideológico tantas veces arbitrario que se limita a sacar conclusiones simplistas sobre el mismo.
La ingenuidad es un sustantivo rara vez encontrado en los libros de la práctica política, no hay inocencia en este tipo de actitudes frente al distinto o al opuesto, que simplifican la visión de la realidad en 2 posturas aparentemente inversas y opuestas, e intentan confinar y condicionar las facciones adictas a campos definidos los cuales resultan imposibles de evitar.
No es que se pretenda enviar al exilio a dichas categorías. La izquierda y la derecha, o las ideologías que se enmarcan detrás de una y otra, no son pasibles de integrarse en una visión única de las cosas, de ninguna manera sería éste el resultado buscado. Así todo, resulta imperativo advertir que la exacerbada contraposición entre una y otra, o la cerrazón intelectual dentro de una concepción contra la otra, tienden a la obtención de este resultado indeseable de una única voz que no entiende de diálogos, de un actor que no admite otros en el reparto.
Es por ello que se propone, en cambio, una actitud distinta frente al otro. Sin dudas, la perspectiva buscada lo que intenta no es ya de construir contra el otro, entonces: ¿podríamos decir quizá que ella implica la construcción a pesar del otro?, o tal vez... la perspectiva buscada involucre una superación aún mayor? O, acaso, no sea aquello que se pretende la construcción conjuntamente CON EL OTRO?.
Se emprende así una construcción que no requiere eliminar diferencias ideológicas entre un extremo u otro, tampoco desconocerlas, sí invita a la aceptación del otro, reconocerlo en su mismidad. Esta práctica no impone a la izquierda por sobre la derecha ni tampoco al revés, no busca un sincretismo sin sentido, sino que busca descubrir el valor tanto de uno como del otro en la construcción de un diálogo en el que se acoge e incluye tanto a una parte como a la otra. Un diálogo que supera el "acuerdismo oportunista", que coopera en el camino a la cimentación de relaciones que implican crecimiento y madurez para redundar, en definitiva, en el beneficio no ya de una parte sino del todo que la supera pero, que a su vez, la incluye.